martes, 24 de julio de 2007

P. Manuel García Nieto S.J.

MANUEL GARCÍA NIETO

DATOS BIOGRÁFICOS
El padre Manuel García Nieto nació en Macotera (Salamanca - España) el año 1894. A los 14 años ingresó en el Seminario de Salamanca. Ordenado sacerdote en 1920, ejercitó durante seis años el ministerio parroquial en Cantalapiedra y en Santa María de Sando, imitando en su oración, penitencia y celo al Cura de Ars. Desde su entrada en el Noviciado de los Jesuitas en 1926, su alma se imbuyó en un amor ardiente a la persona de Cristo. Fue destinado a ser Padre Espiritual de los seminaristas de Comillas, donde pasó su vida religiosa hasta su muerte en 1974. Su alma vivía durante el día unida a Dios con una oración que se prolongaba durante buena parte de la noche junto al Sagrario. Mereció que le llamaran el padre de los pobres, porque vivía para sus seminaristas y para sus pobres. Extremadamente duro consigo mismo, penitente al estilo de San Pedro de Alcántara, era acogedor y comprensivo con todos. Muchos definen al P. Nieto como uno de los mayores santos del siglo XX.
UNA CONSIDERACIÓN SOBRE SU VIDA
Leer el libro del Padre Nieto es una gracia actual desde la primera página hasta la última. Siento la mano de Dios en cada párrafo. Realmente ese hombre era un fuera de serie en la santidad. Y sin embargo no me abruma la lectura del libro como si se tratara de algo inalcanzable.
No he tenido la suerte de conocer y tratar a este hombre de Dios. A pesar de ello, según voy pasando las páginas, me parece que lo he tratado, que lo he conocido, se me hace un ser querido, un familiar en la fe, un verdadero padre.
Es verdad que no pretendo imitarle en su vida al cien por cien. Pienso que sin un milagro especial de la gracia de Dios, resultará imposible.
Pero sí aumenta uno en el amor a Dios, a Cristo Eucaristía, fuente de todo el obrar del Padre Nieto. ¡Qué campo tan amplio de imitación...! Era un enamorado de Cristo, de su pasión... Y DE LA EUCARISTIA. JUNTO AL SAGRARIO PASABA HORAS Y HORAS.
"Dios me ha creado para ser santo, - solía decir -; Cristo me ha redimido para que yo sea santo; el Espíritu Santo mora en mí para que yo sea santo."
Pedirle al Señor todos los días, como él lo hacía, el don de oración y el don de la abnegación. ¿Qué mejor petición?
Leer la biografía del padre Nieto es un baño de juventud. Aquellas ideas sanas de conversión, de amor a Jesús - Eucaristía, de entrega total y generosa, vuelven con fresca actualidad. Y uno recuerda la frase del salmo : " deduc me in via antiqua " (= Llévame, Señor, por el camino de antaño) . Cuando leo y medito este libro, actualizo lo más real de mi vida: mi existencia propia y mi sacerdocio. Y me ayuda a continuar viviéndolo en pura fe.
Me emociona y extraña su carisma de penitencia. Es imposible seguirle sin un milagro de la gracia de Dios. Estoy convencido de que el Señor le ha sostenido en ese régimen de vida para que nos demos cuenta todos de la necesidad del sacrificio. Ha exagerado las horas de oración junto al Sagrario para que, al menos, dediquemos una hora cada día al trato más íntimo con Dios. Este libro anima. Nieto sigue haciendo bien después de su muerte.
A ratos me pregunto: ¿se trata de una persona normal? ¿No estará loco? De estos locos, locos de amor a Dios y al prójimo, nos hacen falta unos cuantos. ¡Cómo cambiaría la vida de los indiferentes, comodones y vividores! No habría tanto loco de egoísmo...
El Señor ha sido bueno conmigo por hacerme conocer ahora al Padre Nieto. Me ayuda a quitar temores al dolor, al porvenir, a la enfermedad y a la misma muerte; es un aliento para mi fe. Unicamente deseo vivir más para tener más oportunidad de ser mejor. Pero que sea lo que el Señor quiera.
Leer la vida de este hombre me hace mucho bien; me ayuda a vivir en paz y tensión espiritual; acrecienta mi fe. Quien ha sentido su influjo en Comillas o en ejercicios o ha leído su biografía con interés interior, no puede permanecer como antes; tiene que tender hacia arriba.
EL PADRE MANUEL GARCÍA NIETO
II
PENITENTE
El P. NIETO, MODELO DE PENITENCIA
La mortificación voluntaria cuenta mucho. Pero es necesario mentalizarse sobre esta práctica. A mi me ayuda el testimonio de gente santa actual, como el padre Nieto.
El solía decir esta idea: Qué vergüenza entrar en el cielo con un cuerpo cómodamente cuidado, cuando El estuvo llagado y coronado de espinas. Y lo cierto es que cuando el corazón está lleno de Dios necesita pocas cosas para vivir. Quien encuentra gusto en la cruz, tiene necesidad de pocas cosas para vivir; así lo afirmaba y lo vivía Nieto. Y solía afirmar a sus seminaristas: El dolor es el tesoro más grande de este mundo; es el gozo más íntimo y divino. El que no renuncia a los gozos humanos no puede gustar los divinos.
Lo que nos suele ocurrir es que buscamos los gozos humanos y los divinos, y eso no es posible. Nos quedamos sin ninguno. De aquí puede llegar todo el malestar de personas consagradas a Dios.
Pedía siempre Nieto a Dios el don de la oración y el del sacrificio y abnegación junto a él. Creo que esa puede ser la solución.
También afirmaba: Los hombres no hacen penitencia. Cierto, la penitencia debilita el cuerpo, pero fortalece el alma. Muchos santos tuvieron la salud débil e hicieron cosas grandes. ¿Para qué queremos la fuerza del cuerpo, sino para gastarla por Cristo?
Cuando medito en todo esto, me lleno de admiración y veo qué pequeño soy en comparación de personas que han vivido de verdad la abnegación propia.
"Señor, - exclamaba en su oración - te pido dolor y sufrimiento, y Tú me das felicidad y dulzura."
Siempre enamorado de la pasión del Señor: inmerso en su dolor; embriagado del amor de Cristo. A todos animaba, a todos arrastraba, de todos se ocupaba para ayudarles a caminar hacia las alturas.
Nieto, después de la comunión, se abismaba en la adoración y en la súplica por las necesidades de la Iglesia y de tantas personas a él encomendadas. Al final decía: "Oh Señor, deseo ser introducido en la llaga de tu costado. Y desde allí te pido: padecer y ser despreciado para asemejarme a ti."
Y no fue el Padre Nieto mero espiritualista. Se ocupó, como Jesús, de que vivieran sin hambre y con dignidad muchos cientos de personas desheredadas de la fortuna.
Estremecimiento causa aquella petición suya: "Dame, Señor, una muerte con dolor, con mucho dolor, como Tú en la cruz. En ti confío que me dotarás de fuerza para sobrellevarla."
Y murió García Nieto en la noche del Viernes Santo. Ahora se cumplen veinticinco años. ¡Crucificado con Cristo! Para con El resucitar.
El PADRE NIETO
III
NIETO, ENAMORADO DE LA EUCARISTÍA
Pasaba el P. Nieto horas y horas delante del Sagrario antes de transmitir su mensaje de fe. Estaba allí en los días de fiesta la tarde entera y no se movía: "Arrodillado en la grada del presbiterio lo dejé a primera hora de la tarde; volví ya de noche, y allí permanecía inmóvil" - así decía un testigo presencial. No se contentaba con un espacio de sesenta minutos: necesitaba horas y más horas de tiempo para caldear su alma junto a Jesús Sacramentado. Después, provocaba su palabra incendios de amor.
Encantaba a los seminaristas participar en la conversación con este hombre ferviente; escuchar sus pláticas siempre encendidas de amor al Sacramento; leer sus cartas, impregnadas de Dios. Aun hoy disfruta nuestra alma oyendo el verbo cálido de este apóstol moderno de la Eucaristía.
Una emoción inmensa embarga el espíritu de quien penetra en el misterio de este asceta sin par. Duda a veces si se trata de ensueño o realidad. Llena de admiración comprobar que en nuestro siglo haya existido una persona de esta talla de santidad. Un serafín en el amor a la Eucaristía; un místico como Juan de la Cruz o Teresa de Jesús; un penitente como Pedro de Alcántara; un padre de los pobres como Vicente de Paúl; un enamorado de sus almas, como el Cura de Ars. Todo en una pieza.
-"Dadme, Señor, el don de oración, dadme el don de abnegación", repetía una y mil veces en sus escritos íntimos, en sus apuntes de ejercicios. Nieto acudía al Señor con esta plegaria, y Dios atendió su constante ruego. ¡Cuántos miles de horas vivió entregado a la contemplación a los pies del sagrario! Consiguió desligarse de todo apego terrenal, para adherirse por completo a lo eterno!
"La oración y el sagrario ha de ser para ti como la comida: una necesidad. Algo sin lo cual no puedas pasar". Solía también decir Nieto a sus seminaristas, a propósito de la oración: - Si un día marchas lejos y no puedes hacer la oración, aunque sea por la noche, aunque estés rendido has de hacerla. Las comidas no las omitimos, las retrasamos. Pero aún debiera ser la oración más importante para todos los que deseamos avanzar en la perfección: antes dejar la cena que el rato de intimidad con el Señor.
Me gusta la espiritualidad fundada en el Sagrario. Creo que ha sido un poco mi distintivo desde los años de mi primera conversión. Por otra parte me estimula el ejemplo de personas santas como Sta. Micaela, y en los tiempos recientes el Padre Nieto. Recuerdo mucho a este hombre por lo que de él me hablaban los seminaristas que con él se dirigieron espiritualmente. Desde sus tiempos jóvenes era aficionado a largas visitas. Algunas veces sus compañeros le tomaban el pelo a Nieto, pero él seguía. Más tarde fue el centro de su vida espiritual el Sagrario. Llamaba la atención por su reverencia ante el Señor: siempre de rodillas, sin apoyarse, pasaba largas horas allí. Luego fue contagiando en aquellos seminaristas esta ilusión e ideal.
Ahora se cierran las iglesias. Las cierran porque no va nadie a visitar a Jesús. Y no va nadie porque los sacerdotes no se arrodillan o se sientan junto a su sagrario. Así nos va a todos...
Leía que el Padre Nieto los domingos por la tarde en la parroquia se arrodillaba junto al Tabernáculo desde las cuatro hasta bien entrada la noche. Poco a poco la gente le fue imitando. ¡Suerte poder disfrutar de la presencia real de Jesucristo! "Habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida."
El padre Nieto era el enamorado del Sagrario. Para él hablar de oración era sinónimo de horas de Sagrario. Allí, de rodillas, clavado, inmóvil, siempre sobrecargado de ocupaciones, y sacaba tiempo para estar en diálogo y adoración.
En una ocasión le dijeron de ir a Roma a ver al Vicario de Cristo. No quiso hacerlo y contestó: -"Aquí, en el Sagrario tengo al mismo Jesús."
- Un día sin oración es un día de perdición, solía decir. A mí, ver la vida de este hombre me hace mucho bien. Alienta ver a personas que viven a tope su fe. Por la mañana abrazar a Jesús en la comunión y no aflojarlo durante todo el día. Hacer los posibles por visitarle varias veces.
Decía Nieto en una carta a un alumno de Comillas: "Firme en tu vida de intimidad con Jesús. Estás cerca, muy cerca de la santidad; no dejes el camino comenzado. Sigue con tu diario espiritual y enviando tu examen mensual. Dios te quiere santo y tienes que serlo. Lo más difícil ya está hecho. Falta un poco de perseverancia... Trabaja con fe. Ora y sacrifícate. El resultado ponlo en manos de Jesús."
No he hecho sino espigar un poco en la biografía del P. Nieto para sacar estas notas de su amor a la Eucaristía. Tengo el propósito de profundizar en un futuro en el amor de este santo a Jesús Eucaristía. ¡Dadnos, Señor, sacerdotes santos de la talla de Manuel García Nieto!
La mortificación voluntaria cuenta mucho. Pero es necesario mentalizarse sobre esta práctica. A mi me ayuda el testimonio de gente santa actual, como el padre Nieto.
El solía decir esta idea: Qué vergüenza entrar en el cielo con un cuerpo cómodamente cuidado, cuando El estuvo llagado y coronado de espinas. Y lo cierto es que cuando el corazón está lleno de Dios necesita pocas cosas para vivir. Quien encuentra gusto en la cruz, tiene necesidad de pocas cosas para vivir; así lo afirmaba y lo vivía Nieto. Y solía afirmar a sus seminaristas: El dolor es el tesoro más grande de este mundo; es el gozo más íntimo y divino. El que no renuncia a los gozos humanos no puede gustar los divinos.
Lo que nos suele ocurrir es que buscamos los gozos humanos y los divinos, y eso no es posible. Nos quedamos sin ninguno. De aquí puede llegar todo el malestar de personas consagradas a Dios.
Pedía siempre Nieto a Dios el don de la oración y el del sacrificio y abnegación junto a él. Creo que esa puede ser la solución.
También afirmaba: Los hombres no hacen penitencia. Cierto, la penitencia debilita el cuerpo, pero fortalece el alma. Muchos santos tuvieron la salud débil e hicieron cosas grandes. ¿Para qué queremos la fuerza del cuerpo, sino para gastarla por Cristo?
Cuando medito en todo esto, me lleno de admiración y veo qué pequeño soy en comparación de personas que han vivido de verdad la abnegación propia.
"Señor, - exclamaba en su oración - te pido dolor y sufrimiento, y Tú me das felicidad y dulzura."
Siempre enamorado de la pasión del Señor: inmerso en su dolor; embriagado del amor de Cristo. A todos animaba, a todos arrastraba, de todos se ocupaba para ayudarles a caminar hacia las alturas.
Nieto, después de la comunión, se abismaba en la adoración y en la súplica por las necesidades de la Iglesia y de tantas personas a él encomendadas. Al final decía: "Oh Señor, deseo ser introducido en la llaga de tu costado. Y desde allí te pido: padecer y ser despreciado para asemejarme a ti."
Y no fue el Padre Nieto mero espiritualista. Se ocupó, como Jesús, de que vivieran sin hambre y con dignidad muchos cientos de personas desheredadas de la fortuna.
Estremecimiento causa aquella petición suya: "Dame, Señor, una muerte con dolor, con mucho dolor, como Tú en la cruz. En ti confío que me dotarás de fuerza para sobrellevarla."
Y murió García Nieto en la noche del Viernes Santo. Ahora se cumplen veinticinco años. ¡Crucificado con Cristo! Para con El resucitar.
IV
SU ANSIA DE SANTIDAD
Aunque es inimitable el padre Nieto, hay dos cosas en las que sí podemos seguirle, aunque no lo consigamos a la perfección: se trata de su espíritu de renuncia y sacrificio; no buscar el placer porque me gusta; no marchar tras multitud de aficiones; evitar los apegos. Eso sí, poco a poco, lo hemos de ir consiguiendo con la gracia. Y sobre todo es posible imitarlo en ese amor encendido a Dios y a nuestros hermanos los hombres. Amor que llenaba toda su vida; era la esencia de su vivir.
Yo miro al padre Nieto como un ejemplo total. Dios no nos quiere a todos así. Si nos quisiera así, nos daría esas gracias y esa fuerza que a él le dio. Dios cuando hizo a Nieto rompió los moldes. Pero ahí está su testimonio. Yo lloro por dentro cada vez que cojo ese libro. Me entra un deseo de Dios enorme. Aumenta mi fe, mi esperanza, mi deseo de amor, de entrega, de pobreza. Sé que no puedo imitar su vida. Pero sí ansío su espíritu. Me conmueve y me mueve. Y esto les pasó y les sigue pasando a la mayoría de quienes le trataron de vivo o después de muerto, a través de sus obras.
El Padre Nieto lo decía: "No moriré sin ser santo". Me entusiasma su deseo constante de amar a Dios con toda el alma. Cada día más. Con todo el empeño. Llegar a la perfección que El tiene destinada para nosotros. Eso es lo importante. Vivir para amarle y cumplir su voluntad. Para ser del todo suyo. La santidad viene por añadidura.
Hablaba yo con mi amigo sobre vida interior. El leyó hace unos años la biografía del santo jesuita, P. Nieto, pero no llegó a conocerlo. Sin embargo había sido cautivado por aquel hombre enamorado de Dios.
Una emoción inmensa embarga el alma de quien penetra en el misterio de este asceta sin par. Duda a veces si se trata de ensueño o realidad. Llena de admiración comprobar que en nuestro siglo haya existido una persona de esta talla de santidad. Un serafín en el amor a la Eucaristía; un místico como Juan de la Cruz o Teresa de Jesús; un penitente como Pedro de Alcántara; un padre de los pobres como Vicente de Paúl; un enamorado de sus almas, como el Cura de Ars. Todo en una pieza.
-"Dadme, Señor, el don de oración, dadme el don de abnegación", repetía una y mil veces en sus escritos íntimos, en sus apuntes de ejercicios. Mi amigo también repetía esta súplica, imitando al siervo de Dios.
Nieto -se quejaba mi compañero- acudía al Señor con esta plegaria, y Dios atendió su constante ruego. ¡Cuántos miles de horas vivió entregado a la contemplación a los pies del sagrario! Consiguió desligarse de todo apego terrenal, para adherirse por completo a lo eterno! Yo en cambio...
En cuanto a la abnegación, ¿no te sientes hoy más desligado de lo sensible que el pasado lustro?
Cuesta más la mortificación, la renuncia al placer, que la misma oración. Por otra parte, van tan unidos...
V
NIETO EN UNA CONSTELACIÓN DE SANTOS
Hay épocas y lugares en que la santidad aparece no como hecho aislado, sino como en grupo: constelaciones de santos. Creo que en la primera mitad de nuestro siglo así ha sucedido. No hay más que ver los procesos de canonización abiertos.
El Padre Nieto fue una estrella refulgente dentro de la constelación. El se estimuló a la santidad viendo a otros santos, y a su vez él fue un torrente animando a sus seminaristas a la perfección y a la vida de oración. No descansaba. El tenía que empujar a los grupos, recibir a 400 seminaristas cada quince días, multiplicar sus pláticas a más de doscientas al año. Apenas dormía.
Hemos de tener en cuenta que dos corazones fusionados se ponen a la misma temperatura, como el hierro y el fuego. Por eso cuando una persona arde en amor de Dios, propaga ese amor por todas las partes. ¡A la fuerza! Tal vez la crisis que hoy padezcamos sea de hombres santos. A ver si nosotros vamos formando una constelación. El tiempo urge. La vida es breve.
Una gracia actual muy importante de mi vida ha sido leer la biografía del P. Nieto. Antes había oído a mis compañeros de Comillas ponderarlo mucho. La lectura de estas páginas la hice a comienzos del 1989. Después, de vez en cuando vuelvo a esa lectura y dedico quince días a meditar lo más destacado de este hombre. Siempre quedo lleno de vergüenza interior o de humildad al verme en comparación de él tan poco generoso con el Señor. Y siento una viva compunción de corazón, dolor vivo de mis pecados y deseo ferviente de servir mejor a Dios y a mis prójimos. Yo pienso que es imposible imitarle en todo. Pero que su espiritualidad es de lo más sano que ha habido en la Historia de la Iglesia. Y subyuga sobre todo su fe a toneladas, su amor total a Dios y a todos sus hermanos. Su continuo deseo de cumplir a tope la voluntad de Dios. ¿Que exagera en sus penitencias? El amor total a Cristo le llevó por esos caminos. Y si no se le puede imitar, por lo menos, sí admirarle e ir un poco más por los caminos ásperos de la ascética que a veces los tenemos tan olvidados.
Me impresionaba una frase que Nieto solía repetir cuando dirigía los ejercicios de órdenes: "Todos han estado emocionados en el día de la ordenación, pero para muchos es el día de la perdición." Porque muchos dejan el trato íntimo con Dios.
Han pasado muchos años desde que se dijo esta frase, aunque la repetía en distintas ocasiones. Pero hace pensar a tantos años vista de nuestra ordenación. Se acabaron aquellas emociones y casi todas. Nuestra vida no se deja llevar como en la juventud por la emoción agradable o desagradable. Ahora es el momento de meditar con paz, desde nuestra madurez ayudada por la fe y los dones del espíritu santo, en la entrega generosa y constante al Señor. Es el momento de remover el fuego de las ascuas encendidas por la gracia de la imposición de las manos del día ya lejano de nuestra ordenación. El Espíritu Santo sigue "soplando" y seguirá transformando nuestras vidas. Por eso mi decisión, la tuya ha de ser dedicar todos los días ese rato generoso a la oración personal, a pesar de la sequedad, a pesar de las muchas ocupaciones. Que todo se pierde por ir dejando la oración personal y contentarnos con lo obligatorio. Estoy del todo convencido.
Desde hace cinco años hemos iniciado una campaña de oración y acción en favor de la santidad de los sacerdotes y almas consagradas. Hemos puesto al P. Nieto como valedor ante María y Jesús de esta causa. Ellos lo elevarán al Padre
VI
¿EL PADRE NIETO FUE EL GRAN MARGINADO?
El año pasado celebrábamos el centenario del Padre Manuel García Nieto. Su causa de beatificación está avanzada. Su fama de santidad fue eximia en vida, y después de su muerte. Es frecuente escuchar que pocas personas, y tal vez nadie, en este siglo hayan superado en santidad al Padre Nieto.
Alguien puede pensar que este hombre de Dios habría vivido siempre en olor de multitudes. Todos lo veneraban como a un santo. No habría sufrido marginación o humillación alguna. Pero no fue así. Este religioso jesuita admirado por sacerdotes y obispos, director espiritual del Seminario Pontificio de Comillas en Cantabria, fue el gran marginado durante los diez o doce últimos años de su vida.
Por la década de los sesenta, en la Facultad de Comillas, comenzaron a buscarse razones para suprimir sus pláticas o retiros. Muchos se cansaban. Y sufría el P. Nieto al ver cómo se aligeran cada vez más los ratos dedicados al trato con Dios en la capilla. Protestaba con frecuencia, pero no era escuchado. Todo esto le producía profundo dolor. Y no dudo; llegaría a angustiarle. Hicieron mella en los actos piadosos la televisión y el cine - forum.
Solía asegurar nuestro Padre Nieto: la mayor deficiencia en los seminarios es la falta de amor a la cruz. Así salen muchos sacerdotes. Ante afirmaciones de este tipo, y ante una vida tan austera y penitente como la de San Pedro de Alcántara, se le tachó de crucifixionista, y su marginación fue mucho mayor.
Es verdad que sus tandas de ejercicios espirituales mantuvieron gran aceptación; pero esto ocurrió sobre todo entre el clero mayor. Si no permaneció condenado al ostracismo, se debe principalmente a estas encuentros con antiguos dirigidos suyos, bien sea en la colectividad de los ejercicios o en su despacho de Comillas.
Un gran sector del clero joven y de los seminaristas prescindió olímpicamente de él. Durante los años 64 y 65 empieza a figurar el Padre Reino como platiquero, desplazando así a nuestro santo por decisión de los superiores que se acomodaron a los tiempos modernos. Se le orilla buscando sustitutos incluso para los ejercicios de órdenes, donde más se volcaba. Y se traían sacerdotes de fuera de Comillas para este cometido. ¡Cuánto sufrió Nieto esta marginación! Si algo no hubiera dejado por nada del mundo era sus ratos de Sagrario y el retiro final a sus dirigidos antes de recibir el sacerdocio. Pero obedeció sin ningún tipo de protesta.
Sufría el Siervo de Dios ante la baja de los valores eternos. Y decía: "La razón de todas las crisis es la penuria en el amor a Dios y al prójimo".
La Congregación mariana, verdadera institución en Comillas, niña de los ojos de Nieto, prácticamente se derrumbó en aquella década triste, sin que este hombre de Dios pudiera remediarlo. Parecía que su obra de más de treinta años se venía abajo.
Sí; tuvo ascendiente y todos decían de él que era un santo. Pero bastantes se reían por lo bajo, afirmado que, mientras confesaba, roncaba. Ignoraban, o fingían ignorar, que su alma, en íntima unión con Dios, siempre estaba vigilante y del todo consciente.
El Padre Nieto sufrió mucho en los años de su ancianidad por sentirse marginado. Pero esto lo sufría gozoso. Lo que él sentía de verdad es que la marginación suya suponía el triunfo de unos principios lejanos a la verdadera espiritualidad sacerdotal. Eso es lo que de verdad le hacía sufrir; no la propia marginación. ¡Había pedido tantas veces a Dios la gracia de ser despreciado y tenido en nada!
VII
NIETO EN LA CRISIS POSTCONCILIAR
Nos parece inseparable la marginación del P. Nieto y la crisis postconciliar. Es verdad que muchos, la gran mayoría a la hora de la sinceridad, aunque no le seguían, le admiraban. Pero preferían que se empolvase en el desván de los santos. Nieto pedía el auxilio del Señor. ¡Qué altura de miras! Muchos hubieran querido de él en aquellos años de crisis tan profunda que se hubiera pronunciado más claramente en contra del modo de interpretación que se estaba haciendo del Vaticano II. El prefirió callar, y nunca tomó parte en las públicas protestas de aquel sector del clero. En este terreno nadie lo marginaba. El mismo se automarginó. Afirmaba la gran esperanza que mantenía en el futuro de la Iglesia.
Por aquellos tiempos decía en plan confidencial: "Existen muchas reuniones pastorales, pero luego no se habla con Dios ni antes, ni después. No hacen oración. Para él la crisis era doble: de fe y de amor. Y aseguraba: "Fe aún queda algo; pero ¿amor a Dios? Hoy está en baja por falta de oración y trato íntimo con Dios. El Señor permite este confusionismo para un bien mayor." Supo mantener el optimismo en la esperanza de la asistencia de Dios que vela por su Iglesia.
Los años finales de su vida le tocó de lleno vivir la crisis posconciliar de España. Aquel que en Comillas fue durante más de seis lustros el Director Espiritual que santificó a centenares de seminaristas, a constelaciones de santos, fue marginado en su máxima ilusión de forma diplomática.
Habló con el Padre Arrupe, General de los Jesuitas, y le llegó a decir: "Son muy hermosos los documentos de la Compañía y los de usted, pero si los superiores no vigilan y urgen su cumplimiento, todo será papel mojado."
No dudó en firmar un documento dirigido al Papa, en el que se le pedía que interviniera como superior máximo de la Orden para solucionar conflictos internos dentro de la Compañía de Jesús.
Se supuso que de él era un artículo escrito en la revista "¿Qué pasa?", donde se denunciaban abusos litúrgicos cometidos por algunos sacerdotes durante los cursos de verano de Comillas. El afirmó que no era el autor. Pero dijo estas palabras: "Yo creo que cuando hay alguna cosa que no está bien, es una obligación el acudir al superior e insistir. Pero estas publicaciones, y toda especie de manejos eso no es conforme al espíritu; una vez que uno ha puesto los medios legítimos, hay que dejarlo en manos de Dios, pero nunca emplear medios como éstos; eso no es del buen espíritu".
No debemos olvidar que lo realmente importante a la hora de la verdad, es poner todos los abusos en conocimiento del superior legítimo. Es un deber de conciencia.
Nieto murió de forma parecida a Jesús: en la noche del Viernes al Sábado Santo, con el mismo ahogo del crucificado: en profunda soledad.
El recuerdo de estos hechos del Siervo de Dios produce en el alma tal emoción que hasta deseamos a veces encontrarnos marginados para parecernos más a Cristo.
Hoy la causa de su beatificación avanza. Y el P. Nieto desde el cielo bendice e impulsa la campaña nacional en favor de la santidad de los sacerdotes. Lo que fue la ilusión de su vida en este mundo ha de llegar con su ayuda e intercesión ante Dios.
VIII
El PADRE NIETO SE PROPUSO SER SANTO
Quisiera grabar en mi alma como a fuego esta frase en la que solía meditar de continuo el Padre Nieto: "El Padre me crió para que sea santo; el Hijo me redimió para que sea santo; el Espíritu Santo mora en mí para que sea santo." Esta frase, repetida como oración con insistencia y con gran humildad, le fue elevando a altas cumbres de perfección. Es simple, sencilla, pero llena una vida entera.
Yo desde que la leí, procuro repetirla mucho en la oración. Y la verdad que me va calando. Te la transcribo por si pudiera servirte en tu vida interior. Otra frase en la que pensaba con frecuencia este hombre santo: "He sido creado para Dios y para gozar de Dios". Esto es muy real. ¿Por qué no empezar a gozar de Dios en esta vida?
Cada hora, o con la mayor frecuencia posible se recogía Nieto interiormente y echaba una mirada a su alma donde moran las Tres Divinas Personas, pidiendo gracia para pasar la hora en íntima unión y familiaridad con ellas.
La época más feliz de la vida del P. Nieto la pasó en Santander, durante la guerra civil. El mismo lo solía afirmar. Andaba auxiliando a todos, remediando necesidades, jugándose la vida a cada paso que daba. Cuando otros se escondían, él salía a prestar auxilio a enfermos, religiosas, seminaristas. Se le llagaban los pies de tanto andar. Encima sufrió una operación nasal sin anestesia. Entonces escribía en sus apuntes íntimos: " No moriré sin ser santo." Se acostaba a las diez y se levantaba a las tres y media. Permanecía en la capilla hasta las ocho y media. La suave obsesión de ser santo le dominaba.
Su preocupación era el paso a la eternidad. Confiaba en la misericordia de Dios, pero temía su debilidad. Yo sé que tú te encuentras animado, y cada vez más a seguir a Jesús de cerca. Por eso te digo todo esto. Tu ejemplo me alienta.
Tengo encima de la mesa un apunte de una carta del Padre Nieto a un sacerdote, antiguo ejercitante; nos revela su ilusión por la santidad y el deseo de transmitir a otros este ideal: "Firme en tu vida de intimidad con Jesús. Estás cerca, muy cerca de la santidad; no dejes el camino comenzado. Sigue con tu diario espiritual y enviando tu examen mensual. Dios te quiere santo y tienes que serlo. Lo más difícil ya está hecho. Falta un poco de perseverancia... Trabaja con fe. Ora y sacrifícate. El resultado ponlo en manos de Jesús." Son medios de santidad. Pienso que éstos u otros conviene que llevemos. Pero lo verdaderamente importante es lo primero: seguir firme en la vida de intimidad con Jesús. Ahí radica el secreto de la perseverancia. Cada día con más empeño.
El padre Nieto...la santidad floreció junto a él como un prado en primavera. Y todavía anda mucha repartida por el mundo. Más el bien que está causando con el recuerdo de su vida y escritos.
IX
SACERDOTE SANTO Y HUMILDE
Me emociona leer la vida del padre Nieto. Tomar su libro en mis manos, ya se puede decir que es una gracia actual. Lo repaso al menos una vez al año. Hoy me han impresionado estos tres rasgos de su vida:
Siempre tenía una obsesión serena: la propia santidad y la santidad de los sacerdotes. Cuando se ordenó decía más o menos: quiero tener la capacidad meditar cien años seguidos sin interrupción, sin distracción sobre esta realidad: "soy sacerdote". Y vivió siempre enfrascado en este pensamiento.
Jesús desde el pesebre traía un programa de perfección muy original: pobreza, abandono, desprecios, mortificación, sacrificios. Me admira en este sentido la vida del Padre Nieto. El llegaba a pedirle al Señor como un privilegio: padecer y ser despreciado por Cristo. Y lo vivió en la práctica. Supo aceptar correcciones e incluso intemperancias. Llegó a decirle a un seminarista: "Cuando recuerdes mis defectos, anótalos para que no se te olviden". Encomendaba de una manera especial en la misa a todos los que le molestaban, despreciaban o injuriaban o a los que se le hacían antipáticos.
El practicaba de tal manera la indiferencia ignaciana que llegaba a decir: " Si yo supiera que para ser santo era necesario dejar de ser Jesuita, o que el serlo dificultaba la consecución de esa meta, ahora mismo me salía de la compañía." Y cuánto amaba él ser religioso...
NIETO ANTE LA MUERTE
X
NIETO ANTE LA MUERTE
Hace pocos días leía una anécdota de la vida de Nieto. Estuvo enfermo muy grave. El pensaba que el Señor ya lo llamaba. Pero no. Y lloraba con pena porque todavía no le juzgaba Dios como preparado. El médico que le asistía lo contaba emocionado y afirmaba: muchos años de experiencia tengo; y he visto a mucha gente llorar porque se iba a morir. Pero es el primer caso que observo de uno que llora porque no se ha muerto.
¡Cuánto animó él a otros a bien morir. Recuerdo ahora cuando exhortaba a aquel tuberculoso: "¡Ay, Amador, quién pudiera cambiarse contigo! ¡Qué cielo te estás ganando con tu enfermedad!"
Viene bien leer estas líneas de vez en cuando. La realidad es cierta para todos. Para mí y para ti también. Vamos a prepararnos viviendo siempre unidos al Señor y ayudando a otros con nuestro ejemplo, trabajo, ilusión y palabra.
El padre Nieto entregó su alma al Señor la noche del Viernes al Sábado Santo de 1974. El jueves pudo celebrar privadamente la misa de la Cena del Señor. El mismo viernes Santo no salió apenas de la capilla en todo el día. A las cinco y media recibió la comunión. Cenó normal. Cuando se fue a acostar, tocando la puertecilla del sagrario, se despidió de Jesús como todas las noches: "Si quieres, puedes llamarme esta noche". Besó la imagen de la Virgen y dio tres besos al crucifijo. El hermano notó que el Padre Nieto comenzaba a tiritar como si tuviera frío. Le arropó, pero seguía temblando. Comenzó el dolor y la gran dificultad para respirar. Cayó en cuenta de la gravedad e inició el coloquio con el Señor, uniéndose a su pasión:
"Padre, si es posible, pase de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Lo que tú quieras, Señor, si quieres hoy, si quieres, mañana... cuando Tú quieras, Señor... Perdona mis pecados... Tomad Señor y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad...Os ofrezco mi vida, os ofrezco mi muerte, os ofrezco mi eternidad...Os lo ofrezco por la Iglesia, por los sacerdotes, por todo el mundo..." Quería que se le incorporase, para encontrar algún alivio y poder respirar mejor. " Jesús, José y María os doy el corazón y el alma mía." Seguía sintiendo frío. Cuando le indicaba el hermano que no se fatigase, contestaba: "Si eso no me fatiga, eso lo único que me alivia: decirle a Jesús que le quiero, que sufro por El; que le ofrezco mi vida y que estoy a su disposición."
Sufría con entereza el intenso dolor que le producía la embolia pulmonar. Con ritmo más lento dijo al fin: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu." Poco después quedó su rostro tenso e inclinó la cabeza. Eran las dos de la madrugada. Murió como Jesús. Le pido a Dios que me ayude ahora, que poco a poco vaya aprendiendo a entregar mi vida a El. Como los hombres santos.
XI
RETIRO - PEREGRINAJE: CENTENARIO PADRE NIETO
El año 1994 realizamos un grupo de sacerdotes una peregrinación - retiro por los lugares de Castilla donde nació el P. Nieto y vivió los primeros años de su sacerdocio. La ilusión de estos sacerdotes consistía en que estos días fueran una auténtica renovación interior. Al estilo de los primeros jesuitas Ignacio, Javier, Coiuri, Bobabadilla, Fabro, Simón Rodríguez, cuando marchaban en peregrinación y visitaban santuarios de Europa hacia Roma. El Padre Nieto en el centenario de su nacimiento bendijo a estos hombres de fe. Ojalá se formen varios grupos de este estilo.
Y llegó el momento. Así lo narrábamos: Durante cuatro días hemos visitado en tierras de Salamanca los lugares por donde el P. Nieto pasó haciendo el bien; vivimos ratos de honda emoción. Parece que las llanuras de Castilla fueron creadas para ser tierra de santos. Nos impresionó todo.
Manuel García Nieto nació hace ahora cien años; murió en 1974 y pasó la vida enamorado del sagrario. Y en este mundo eran sus amores los pobres, los seminaristas y sacerdotes. Macotera es el pueblo donde vio la primera luz. . Besamos la pila en que fue bautizado y pudimos saludar en aquella misma iglesia a una señora pariente del santo. Peñaranda de Bracamonte es donde estuvo Nieto de seminarista; allí celebró la primera Misa. El templo de este pueblo tenía el hechizo de ser el lugar donde comenzó su fiebre eucarística. Allí, durante sus vacaciones de estudiante permanecía larguísimos ratos practicando el amor a Cristo hecho alimento y presencia real. Allí se enamoraron y no dejaron jamás de quererse. Merecía la pena estar largo y tendido junto a aquel sagrario y pedir a Jesús por la santidad de sus sacerdotes.
Cantalapiedra fue su primer destino como coadjutor. Quisimos allí disfrutar del sitio mismo donde, en una tarde de verano, el Siervo de Dios experimentó un éxtasis, mientras contemplaba una imagen de Jesús doliente. Pero la iglesia se encontraba del todo desmantelada, en obras. Por cierto, su párroco nos dio toda clase de explicaciones y así quedó en parte compensada nuestra santa curiosidad.
Da un poco pena rememorar lugares de hombres de Dios, que con el paso de los años se han convertido en centros de turismo o han sido enajenados para negocios humanos: esto sucede en Comillas y Carrión de los Condes. Y en cierto modo en la catedral de Salamanca, convertida temporalmente en centro de atracción turística con la famosa exposición "Las edades del hombre".
El lugar cumbre de nuestra peregrinación, Santa María de Sando. Podemos considerarlo como el Ars español. En cuatro años transformó D. Manuel García Nieto este pueblo. Su trabajo le costó. Era el cura que estaba siempre en la iglesia. ¡Y junto a sus feligreses! Decía un anciano, antiguo monaguillo: "Nos levantábamos mucho antes de amanecer; íbamos a la iglesia, y yo pasaba a estudiar a la sacristía. El mientras tanto, a la luz de una velita, se ponía de rodillas en la grada del altar durante largas horas, sin apoyo alguno." Era proverbial su amor a los enfermos y a los pobres. Y fue pronto una realidad la compañía constante a Jesús sacramentado por parte de los feligreses. Pudimos comprobar, en las dos horas de nuestra permanencia en aquel templo, que todavía, después de setenta años, quedaban indicios del paso de un santo por la localidad de Santa María de Sando. Lo demás sirvió de colofón a nuestra estancia en el Ars castellano: visita del sepulcro y del noviciado de Salamanca; el museo del utillaje del Padre, explicado por el Postulador de la causa de beatificación. Y al final un deseo fuerte: ¡quién pudiera imitar a este hombre extraordinario en ese amor de enamorado que tuvo al Dios hecho hombre, hecho pan de Eucaristía.

Jose Mari Lorenzo

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